“Mientras intento ganar al alemán en la primera ronda de este campeonato del mundo para jugadores con párkinson, le contaré una historia que comienza el día en que los dedos del pie izquierdo se me encogieron como las garras de una rapaz moribunda“. Javier Pérez de Albéniz recibió en 2015 un diagnóstico que se antojaba terrible y que le hizo emprender un viaje distinto a los que había realizado por el planeta como periodista: la búsqueda de actividades que permitieran ralentizar el avance de la enfermedad.
“Y que continúa con el descubrimiento de que el tenis de mesa me hacía feliz. Este libro sólo puede ser una declaración de amor. Un amor profundo, íntegro, incondicional y eufórico por un juego tan frustrante como fascinante“. Casi de rebote, después de recibir el consejo de su doctora (“el deporte es, junto a la medicación, la única manera de frenar el avance del párkinson”) y de que el bádminton resultara “un estrepitoso fracaso”, topó con las tremendas virtudes que tiene el ping-pong para los pacientes de un trastorno que afecta tanto a la actividad cognitiva como a la motora y se entregó a su práctica con la misma devoción con la que antes había abrazado los viajes o la música.
Todos sabemos que el resultado final sólo puede ser uno, porque el párkinson siempre gana…
Así, ni siquiera seis años después de haber recibido el diagnóstico, entrenado por el nigeriano Taju en el Club de Tenis de Mesa de Talavera de la Reina y habiendo jugado sólo tres campeonatos -en Moral de Calatrava, en Candeleda y en Oropesa (“en ningún torneo de esta minigira castellana fui capaz de ganar no ya un partido, ni siquiera un solo juego”)-, Javier se encontró disputando en Berlín la final del Mundial. Casi nada. “Hoy estoy deslumbrado. El Horst-Korber-Sportzentrum se encuentra abarrotado, tiene 30 mesas desplegadas y un juego de focos que parece diseñado por la NASA. Las luces iluminan mi soledad: de los 135 deportistas de 21 países participantes, soy el único español“. El propio Thomas Weikert, presidente de la Federación Internacional, mostró su sorpresa: “¿No has tenido ayudas de tu federación? Algún día entenderán que el espíritu del tenis de mesa es inclusivo y universal. Y que su función como apoyo a los enfermos es única”.
Primero cayó el local Jens Burfeind. “Sólo tenía una oficial, así que me tocó lavar la camiseta en el baño del hotel y con champú para ponérmela al día siguiente”. Después ganó al checo Sedlacek. En semifinales se impuso al sueco Rydberg y quedó definitivamente claro que no habría tiempo para hacer turismo en la capital alemana, por muchas marcas que hubiera hecho en la guía Lonely Planet que llevaba. Cayó en la final ante el esloveno Borut Volk, “un gran tipo”, pero, con esa inesperada medalla de plata, Albéniz estaba en la cumbre: “Ya sólo puedo despeñarme”. Por fin tendría ayudas, por fin tendría más de una camiseta para las competiciones. “Una entrevista en el diario MARCA [de Almudena Rivera] termina de poner de actualidad el tenis de mesa para personas con párkinson“, escribe además.
Porque de todo ese proceso el libro en cuestión, que “también es una crónica de supervivencia”. Porque Javier tiene claro que su enfermedad no es una “oportunidad” ni una “filosofía de vida”, sino “una grandísima puta mierda”. Por eso la odia. Y por eso ama el ping-pong: “Todos sabemos que el resultado final del partido sólo puede ser uno. El párkinson siempre gana. De momento. Puede que cada vez juegue mejor al tenis de mesa, pero cada vez me parece que soy menos rival contra la enfermedad […] Estoy seguro de que sin haber practicado este deporte como si me fuera la vida en ello ahora estaría mucho peor, pero ni siquiera así es suficiente”. Desde 2017, por cierto, existe Ping Pong Parkinson.
…pero estoy seguro de que sin practicar este deporte estaría mucho peor ahora
Eso sí, “estar solo es mucho peor que estar enfermo“, así que esta historia no puede olvidarse de Ange y Julia, mujer e hija de Javier. “El tenis de mesa es música. Y cuando suena, el párkinson calla”, cierra él. “Ojalá no doliera tanto”. Ojalá.
La imagen de portada es de Chema Madoz
Editado por Libros del K.O. y con imagen de cubierta del fotógrafo Chema Madoz (la que se aprecia a la derecha), ‘Los reveses’ ha visto la luz este mismo mes. Cuenta con prólogo de propio Pérez de Albéniz, 29 capítulos y agradecimientos para un total de 168 páginas.
Muy buen artículo de superación personal. Con la multitud de dificultades que comporta tener Parkinson y el esfuerzo de superación a traves del tenis de mesa. Mucho coraje y muy buena terapia nos demuestra Javier Pérez.